VIVIENDO CON OLIVIA
Por: Lulu de Alba / Marketing La valija / mamá de 2 |
Con instrucciones exactas y un maletín lleno de barnices, se acerca mi hija el sábado por la mañana a pedirme un manicure que, lejos de ser un ordinario juego de madre a hija, se convierte en un examen final de colegio de belleza.
Con mano temblorosa y poco conocimiento de la técnica hago mi mejor esfuerzo. Pinto unos “corazones” con un palillo y doy un toque de brillos a las pequeñas uñas.
Al finalizar, la crítica de 6 años ve sus uñas, se acerca al espejo, hace unos tiernos movimientos de mano y dice emocionada: “Perfecto.”
Con aire de grandeza y una medalla a la mejor madre me acerco a preparar la comida y observo manchas de barniz por toda la alacena. El triunfo se viene abajo y hago la pregunta, que ya tiene respuesta, pero merece la duda: “¿Quién tomó el bote de chispas de chocolate?” Mis hijos se ven entre sí y la mayor, por ser mayor, entrega un argumento que resulta válido para una madre que lleva un año de pandemia en casa.
A lo largo del día mi casa se convierte en una pista de patinaje, un restaurante (bastante costoso para mi gusto) , y al terminar en algo parecido a una escuelita. Con un montón de muñecos de diversos tamaños y peinados extravagantes, intento cruzar sin interrumpir a los curiosos alumnos mientras hablo por teléfono. Escucho un “shhhhhhhhhh” y volteo al momento. “Es la hora del cuento, los niños están a punto de tomar su siesta” me dice una maestra con una vestimenta salida de un libro de historia medieval.
Al final del día la ayudo a lavarse los dientes con una pasta rosa fosforescente más parecida a un algodón de azúcar que a un producto de limpieza. Revisamos cada diente buscando señales de alguno flojo. ¡Vaya! al fin uno con algo de movimiento. Esta noche no será necesario consolar a una pequeña con añoranza de perder la dentadura.
Vamos a su habitación y le pido elegir un libro. Como siempre elige 4; me pregunto qué tipo de matemáticas está aprendiendo en sus clases virtuales. Empezamos con Olivia en Venecia y terminamos con Olivia la espía. Para los que conocen los cuentos de Ian Falconer sabrán la capacidad del autor para representar la personalidad imaginativa, creativa y curiosa de los niños.
No cabe duda que Olivia es de mis personajes favoritos. Me encanta. Cada página de sus cuentos me hacen sentir una gran empatía con la mamá. La cerdita es fantástica y su familia es tan real.
Seguimos leyendo. La historia es tierna, no quiero que el libro acabe. Mi hija ríe a carcajadas y al terminar me dice: “Mamá, ¿Verdad qué me parezco a Olivia? Yo le contesto: “Sí, cariño. ¿Verdad qué yo me parezco a su mamá?”. No obtengo respuesta, ya está dormida. Le doy el beso de buenas noches y salgo de su habitación.
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