UN INESPERADO COMPAÑERO


 
 Por: Mónica Tobón Quiroz y Valentina Ortiz Tobón
Ilustración: Nandeando
PREMIO LA VALIJA 2021 

 

¿Mamá? ¿Papá?

Clarissa se levantó de la cama tan rápido, que casi tropieza con sus zapatos. Miró, todavía desorientada, buscando a su mamá o a su papá, hasta que recordó que ellos no estaban ahí.

Ese fin de semana lo pasaría en casa de la abuela, ya que, como le habían dicho sus padres, ellos se irían de “viaje de negocios”, lo que sea que eso signifique. ¿No se supone que los adultos trabajan en esos edificios tan altos, que incluso inclinando todo lo posible la cabeza hacia atrás, no se pueden ver por completo? ¿No se supone que siempre están mirando sus relojes y llevando esas maletas (portafolios, como muchas veces su padre le explicó) y viajan en sus autos a toda velocidad?

Pues aparentemente no.

Y no es que a Clarissa le desagradara la idea de quedarse un fin de semana completo en casa de su abuela. Al contrario: disfrutaba el olor de las galletas recién horneadas, libros viejos y tierra húmeda que desprendía cada rincón de la casa. Y su abuela la adoraba. Y Clarissa a ella.

Pero nunca había dormido fuera de casa.

Lo peor, era que necesitaba urgentemente ir al baño.

La puerta de la habitación estaba demasiado lejos. El piso de madera, crujía bajo ella. Cuando se reincorporó, el peso de sus pies hizo que este crujiera, haciéndola estremecer. De alguna forma extraña, el piso del cuarto no era el único que crujía. Por un momento, juró, que alguien subía las escaleras. Un gigante o alguna criatura de pies muy grandes, subía las escaleras dando enormes pisadas en cada escalón, que ni la alfombra podía amortiguar.

Clarissa, rápidamente regresó a la cama, cubriéndose con la sábana hasta la cabeza. Apretó un poco sus brazos alrededorsuyo, en un intento de aguantar un poco más la urgencia de ir al baño.

Clarissa, puedes hacerlo. Los monstruos de debajo de las camas no existen.

Eso es lo que solía decirle su mamá, cuando Clarissa tenía miedo de irse sola a la cama por las noches. Pensó que ya lo había superado….

Pero nadie le mencionó sobre los monstruos de las escaleras.

Contuvo la respiración unos segundos, se quitó la sábana de encima, corrió hasta la puerta, y la abrió de golpe. De repente, sintió algo suave entre sus pies. Rápidamente se echó hacia atrás, buscó a tientas el interruptor de la luz, y se encontró… ¿con un gato?

No. Su abuela no tenía mascotas. Y, resultaba curioso, pero ese pequeño animal que asemejaba a un gato, resultaba curioso. Podría decirse que era un gato, tenía cuatro patas, bigotes y orejas puntiagudas. ¿Pero era azul fosforescente? Y sus ojos tenían pequeñas estrellas, que le daban un aspecto aún más peculiar.

Clarissa apagó la luz. ¡El gato brillaba! Con un sonido que parecía un ronroneo, y un movimiento de cabeza, este extraño gato azul le indicó a Clarissa que le siguiere.

¿Quién eres tú? Preguntó Clarissa. Extrañamente, la urgencia de orinar había desaparecido de repente. O tal vez la imagen del gato azul simplemente la sorprendió demasiado como para preocuparse de otra cosa.

Tú me llamastele contestó el gato. Tenía una voz suave, agradable.

¿Cómo hice eso? Le preguntó Clarissa mientras caminaban. De repente, se percató de que ya no se encontraban en casa de la abuela. Por donde sea que estuviesen caminando, había mucha niebla. Apenas y se podía ver, pero el gato azul aparentemente podía ver muy bien. Clarissa había leído alguna vez en un libro, que los gatos tienen excelente visión nocturna, aparentemente su nuevo acompañante no era la excepción.

 

 

Yo ayudo a los niños que temen a la oscuridadle respondió el gato.

¿Y dónde estamos ahora? Preguntó Clarissa. La niebla parecía dispersarse un poco. Observó siluetas de árboles, flores, columpios, e incluso casas extenderse frente a ella¿Estamos fuera de casa de mi abuela? Preguntó un poco asustada. Es decir, hacía un rato se encontraba en la habitación que le había preparado especialmente su abuela para que durmiese, ¿y ahora estaba en una especie de mundo de niebla y sombras?

Te voy a llevar a casa de tu abuela, no te preocupesRespondió el gato, con toda la calma del mundo.

Continuaron caminando. Las siluetas se iban tornando de diferentes colores, como los del arcoíris: casa con techos rojos, flores violetas, pasto verde y suave bajo sus pies. Incluso vio mariposas volando a su alrededor, haciéndole cosquillas con sus aleteos en las manos y en el rostro.

Llegaron a una puerta. Ahí, sin más, una puerta azul. El gato le indicó que entrase.

Clarissa, que, para ese momento, ya no tenía miedo, abrió la puerta. Del otro lado se encontraba el baño de la casa de su abuela.

Al terminar, cuando salió nuevamente… se encontraba de nuevo en el pasillo tan conocido de la casa de su abuela. No había rastro del gato azul.

O eso creyó.

¿Aún tienes miedo de la oscuridad? Le preguntó el gato.

Clarissa se quedó pensando antes de responderle:

¿Estarías a mi lado siempre, hasta que deje de temerle algún día?

El gato dio un brinco. Clarissa rápidamente lo cachó. Lo acunó entre sus brazos, mientras el gato ronroneaba.

Los miedos se enfrentan mejor si lo haces acompañada, ¿no crees?

Clarissa asintió. Regresó a su habitación. Acomodó al gato junto a ella y cerró los ojos.

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