¿IMÁGENES PARA LAS PALABRAS O PALABRAS PARA LAS IMÁGENES?

 Por: Luz de Alba / Dirección administrativa La valija / Mamá de 2 

 
Tengo que confesar que hace cinco años, cuando recibimos los primeros libros para niños en La valija, yo sabía muy poco sobre literatura infantil. Me fascinan los libros y me considero una buena lectora, pero mi amor por la lectura surgió a través de las novelas, y no fue sino hasta que me convertí en mamá y con el pretexto de la librería, que me sumergí en el universo de la literatura infantil.
 

Hoy, uno de los temas sobre el que más me apasiona leer e investigar es la ilustración. Recuerdo que al registrar los primeros libros ilustrados que llegaron a La valija me parecía bastante tedioso tener que escribir el nombre de dos personas para dar crédito a un libro (el nombre del autor y el nombre del ilustrador). Me parecía, y me siento terrible al escribirlo, que podíamos “ahorrarnos” ese nombre, pues para mí la obra era del autor, quien había creado la historia y había puesto las palabras. ¡Qué equivocada estaba!

 

La ilustración en la literatura infantil es otra cosa.  Hoy me siento embelesada con su poder.  Me maravillan en particular los libros-álbum (un género cuyo nombre oficial descubrí hace poco). Me fascina encontrarme con esos libros que tienen una simbiosis extraordinaria, donde las imágenes nos invitan a suponer, intuir o confirmar algo en la historia que era mejor no decir con palabras. Me encanta descubrir pequeños gestos o firmas de los ilustradores, con detalles que parecen escondidos para ser encontrados por aquellos ojitos curiosos que observan con detenimiento cada página. Y es que a diferencia de las novelas, los libro-álbum están hechos para leerse y releerse muchas veces, y en cada relectura las imágenes nos siguen hablando y nos siguen completando la historia.
 


Estoy convencida de que la lectura de libros ilustrados otorga a los niños múltiples habilidades cognitivas y de autoconocimiento. Al mismo tiempo, les permite participar de la lectura de una manera muy especial, pues la conjunción entre palabras e imágenes los hace partícipes y testigos de una historia que pueden desmenuzar a su gusto.

Ahora pienso, por ejemplo, en el libro que acabo de leer con mi hija antes de dormir: El maravilloso sombrero de María, de Satoshi Kitamura (uno de nuestros favoritos). “¿Qué sombrero del parque te gusta más, mamá?”, me preguntó Isabel. “¿Cuál escogerías tú? ¡Qué hermosos son! ¿Por qué brincaron los peces del sombrero de María a la charca del sombrero de la señora?  Ahora la señora se ve feliz”. Isabel tiene cinco años y en una lectura casual antes de dormir observó y analizó todo eso. Muchos niños hacen este tipo de comentarios o preguntas mientras comparten una lectura y muchas veces como papás no nos percatamos de que así llevan a cabo un desarrollo intelectual muy interesante.


Los invito a revalorar el trabajo de los libros infantiles y a reconocer aquellos que tienen un trabajo excepcional. Aquellos en donde un mismo autor narra una historia a través de imágenes y palabras o en donde dos artistas (narrador e ilustrador) logran congeniar sus ideas para crear algo único.  ¡Acerquemos a nuestros hijos a estas obras de arte y disfrutémoslas junto con ellos!

 

Imagen 1
Había una tribu, Lane Smith, Océano travesía
Imagen 2
Ramón preocupón, Anthony Browne, FCE
Imagen 3
Mi abuelo el luchador, Antonio Ramos Revilla y Rosaba Meza Zamudio, Ediciones El Naranjo
Imagen 4
El maravilloso sombrero de María, Satoshi Kitamura, Océano travesía.

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