CENSURADOS

 

 Por: Luz de Alba / Dirección administrativa La valija / Mamá de 2 

 

Hace poco escuché una charla sobre la censura en los libros infantiles y me llamó mucho la atención cuando un ponente comentó que, sumada a todas las censuras por las que pasa un libro infantil (temas que evitan los escritores, temas que no publican las editoriales, ilustraciones que no son aprobadas, libros que las librerías deciden no vender, etc.), está la censura que hacemos los papás. Muchas veces por evitar pláticas, por querer proteger la “bondad” o la “inocencia” de nuestros hijos o simplemente porque no nos gusta un libro, elegimos no presentarles algunos textos. Me di cuenta de que yo algunas veces lo hago. Por ejemplo, he evitado leer las versiones originales de algunos cuentos clásicos, que suelen ser mucho más trágicas que las actualizadas, por miedo a generar algún trauma en mis hijos. 


Me gustaría platicarles en concreto mi experiencia con “La peor señora del mundo”, de Francisco Hinojosa y Rafael Barajas. Cuando leí por primera vez este libro, yo sabía que era un bestseller, un libro con tirajes altísimos que se vendía como pan caliente en las ferias de libro. Sin embargo, fue un libro que me provocó. Sus ilustraciones de tipo caricatura política y aquel personaje tan pero tan malo, capaz de dar comida de perros a sus hijos y patear viejitos, impedían que entrara en mi concepto de libros para niños. Mi hija aún estaba muy pequeña, pero me parecía un libro que yo no quería tener en casa.

Años después la directora de un preescolar, a quien admiro mucho por su conocimiento en literatura y en educación, me comentó que para el día del niño haría una representación de “La peor señora del mundo”. Le hice saber mi primera impresión del libro, y ella me ayudó a reflexionar cómo la maldad es un tema que atrae a los niños, cómo los dibujos exagerados y la crueldad excesiva les provoca curiosidad y risa. En esa ocasión mis niños ya eran más grandes, de dos y medio y de casi cinco años, así que hice la prueba. Les leí “La peor señora del mundo”; para mi sorpresa LES FASCINÓ. No es un cuento corto, pero su interés no mermaba, lo leímos de un tirón y durante varios días seguidos me pidieron que lo repitiéramos. Su papá dramatizó la lectura añadiendo una voz gruesa a la peor señora del mundo, y eso lo hizo aún más divertido. Con ellos pude relajarme y empezar a disfrutar la historia; entendí que a sus ojos el libro tenía un significado muy distinto del que yo le había dado.

Quiero agregar que mis hijos no se echaron limón a los ojos, ni se patearon, ni se pellizcaron. Muchas veces creemos que al censurar algún libro que muestra una situación de injusticia o describe a algún personaje malvado, evitamos que nuestros hijos conozcan la maldad, como si ésta no existiera y como si así impidiéramos comportamientos inadecuados. La realidad es otra, la maldad existe, las situaciones injustas existen, todos los niños a veces se portan mal. Y un libro infantil puede ser una herramienta para que los papás acompañemos a nuestros hijos, leamos con ellos, reflexionemos, escuchemos sus opiniones y así les ayudemos a ser lectores críticos que puedan beneficiarse de la lectura en muchas formas.

 

Hace poco platicaba nuevamente sobre este libro, ahora con una prima muy querida que es una gran psicóloga infantil, me decía que una razón por la que ella cree que a los niños les gusta tanto este libro es porque pueden reírse de aquellas veces en las que sus mamás les parecen las peores del mundo. Me pareció curiosa su reflexión, pero pude imaginarme fácilmente a los ojos de mis hijos como la peor señora del mundo cuando les prohíbo ver la televisión después de una pelea.

Estas reflexiones me llevan a pensar que hay muchos libros fáciles, bonitos por naturaleza que no dudamos acercar a nuestros hijos. Sin embargo, hay otros que nos van a sacar de nuestra zona de confort. Mi invitación es a no vetarlos tan rápido, reflexionar sobre qué pueden aportar a nuestros hijos, qué charlas pueden salir a partir de su lectura, darles tiempo y regresar a ellos. Quizás por alguna convicción que tengamos sobre la educación que queremos ofrecerles a nuestros niños, decidamos esperar o definitivamente no presentarlos, y eso es válido. O quizás terminemos por darnos cuenta de que pueden ser un aporte interesante, e incluso, como fue en mi caso, puede que los niños terminen por enseñarnos a disfrutar del libro. 

Hoy, “La peor señora del mundo” es parte de nuestra biblioteca familiar, es un libro que me gusta mucho leer con mis hijos y lo considero una gran obra de literatura, pues al menos en mi experiencia me ha hecho compartir grandes pláticas con adultos y niños.

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